Por: Emilio G. Río, PMP
Mayo 17, 2021
Hace ya un par de semanas que me planteo como redactar estas líneas. En realidad, no sabía sobre qué escribir. Hoy no apetece hablar sobre planificación, mucho menos de ejecución y control. No apetece hablar sobre calidad o configuración. Hoy, no solo no apetece, da miedo hablar sobre gestión de riesgos.
También, hace el mismo tiempo que me planteo el valor que significa representar una profesión en la que, sin pretexto, se nos han escapado los principios y valores que debemos sostener. No termina el pensamiento de procesar lo inútil y vano que puede llegar a ser el interés y el esfuerzo que representa ser Director de Proyectos, profesión que se escoge, que no se nos impone. ¿Cómo responder a veintiséis -hasta ahora- o más familias que confiaron en nosotros como sociedad y que han perdido todas ellas, quizá, lo más valioso en su vida?
Sí, me refiero precisamente a uno de los más escandalosos accidentes -por no decir negligencia- de movilidad urbana en la historia del transporte de nuestra Ciudad de México. Negligencia resultada de un proyecto que debió manejarse y no se hizo con el mayor profesionalismo, sin importar su presupuesto, cuando el resultado debió implicar el cuidado de factores entre los que se cuenta la vida misma, sin menoscabo de considerar la eterna ilusión de cualquier ser humano en aprovechar de mejor manera unas horas más de su día, ahorrando tiempo para cumplir con sus obligaciones diarias.
Es en este preciso contexto donde debemos preguntarnos si las condiciones que nos imponen los patrocinadores valen el esfuerzo de nuestra profesión, por mucho que representen los beneficios obtenidos. Adelanto la respuesta: No colegas, no lo vale. Solo pensemos que cualquiera de nosotros o de los nuestros fuera uno de aquellos que perdieron todo, o casi todo, en tan desastroso proyecto.
Nos deja mucha tarea. Nos deja mucho por reflexionar seriamente hacia el futuro, nuestro futuro y el futuro de los seres humanos a quienes decidimos servir como profesionales en dirección de proyectos.
Vaya desde aquí nuestro más profundo pésame a todos aquellos que perdieron a un ser, o que han perdido la posibilidad de generar un mejor futuro al quedar imposibilitados de trabajar con la alegría que podemos o debemos hacerlo. De nada valdrá el pésame, de nada valdrá pedir el perdón, si junto no va nuestro compromiso de redoblar el juicio y atención sobre las tareas que nos identifican como expertos en la materia.
Que sea Dios consolando los corazones de cada mexicano en duelo. Así mismo, es una reflexion que nos toca y nos incumbe a todos los Directores de Proyectos. Gracias por compartirlo.
Una verdad que duele en el alma .
No sabemos ni donde estamos parados .
Una desgracia que muestra claramente la irresponsabilidad, que además , es del gobierno actual .
Desgarrador lo visto en las noticias .
Simplemente no hay sed de justicia .
Pronto se olvida .
Espero les cale a todos y despierten en los próximos elecciones .
Detesto lo políticamente correcto (todas las acciones de los políticos se encaminan a conservar el poder y el dinero no importan las consecuencias) el deber ser es lo mandata el corazón y la inteligencia, que es lo correcto. Por eso es muy importante tu profesión Emil
Gracias Don Héctor.
Apreciamos en lo que vale tu comentario.
Saludos cordiales…
Una crítica severa a los involucrados en el proyecto, una fuerte llamada de atención y un llamado también a la consciencia y ética profesional. Muy bien Amigo, muy bien.
Hola Emilio. El presente es, efectivamente, lo que colectivamente hemos hecho con nuestras acciones.
Comparto la consternación, tristeza y frustración por saber que no solo se pudo haber evitado, sino que hubo múltiples avisos sobre las consecuencias de continuar con el proyecto en primer lugar y en segundo de mantenerlo operando.
Gracias por la reflexión y creo que ustedes, como expertos, son los que deben aportar más ahora que nunca, partiendo de la buena práctica de evaluar las “lecciones aprendidas.”
Abrazo fuerte
Gracias por compartir tu valiosa y sentida reflexión.
Considero que sí vale la pena hacer una pausa para meditar sobre este tipo de sucesos y la frustración que uno siente como Director de Proyectos, sabiendo que contamos con las herramientas y técnicas requeridas para evitar que se presenten este tipo de acontecimientos y que, por alguna razón que desconocemos hasta este momento, no se aplicaron con la debida responsabilidad y conocimiento.
Mi sentir es que este tipo de proyectos normalmente se vean muy influenciados por directrices del cliente que vienen contaminadas de decisiones políticas, complicidades y corrupcion que confunden los verdaderos objetivos del proyecto que son: dar bienestar y facilidades a la comunidad para un mejor desarrollo de sus actividades cotidianas.
Mi conclusión como responsable de proyectos, es que debemos redoblar la convicción de mantener nuestros principios y valores éticos para que dichos proyectos se entreguen en costo, tiempo, calidad y SEGURIDAD, aún con el riesgo de que los clientes nos quieran cancelar los contratos por no apegarnos a sus intereses, desviados de profesionalismo y honestidad.
La planificación, ejecución, control y gestión de riesgos debe prevalecer co principales e insustituibles herramientas y técnicas de nuestro quehacer cotidiano.
Interesante reflexión Emilio, sería interesante poder ver la documentación del proyecto, y poder determinar cómo y quién no hizo su trabajo que desgraciadamente costó vidas inocentes, desafortunadamente este gobierno decidió clasificar, por no decir esconder, la información durante varios años, y pues difícilmente se sabrá realmente que fue lo que pasó. Es triste ver cómo en proyectos del gobierno, lo que impera es cumplir con una fecha para salir en la foto, en lugar de aplicar los principios de administración de proyectos para entregar un producto seguro y con la calidad esperada. Me pregunto si los directores de este proyecto pueden dormir tranquilos sabiendo que su negligencia y falta de ética provocó 26 muertes.